LA ECOCRÍTICA DEL SIGLO XXI (Y DE LOS SIGLOS POR VENIR): LÍMITES, REPARACIONES, POÉTICAS ALTERNATIVAS

 

ECOCRITICISM IN THE TWENTY-FIRST CENTURY (AND FOR THE CENTURIES TO COME): LIMITS, REPARATIONS, ALTERNATIVE POETICS

 

L'ÉCOCRITIQUE AU XXIE SIECLE (ET DANS LES SIECLES À VENIR) : LIMITES, RÉPARATIONS, POÉTIQUES ALTERNATIVES

 

José Manuel Marrero Henríquez

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

jose.marrero@ulpgc.es

https://orcid.org/0000-0001-8339-5586

 

Fecha de recepción: 11/11/2024

Fecha de aceptación: 11/11/2024

DOI: https://doi.org/10.30827/tn.v8i1.32167

 

 

Las inercias disciplinares son tan poderosas que las ventajas de adoptar el pensamiento ecologista en el campo de las Humanidades no siempre se han advertido ni siempre han sido bienvenidas. Y eso a pesar de que, como nunca antes, en la conciencia colectiva se ha asentado la idea de que el planeta Tierra es un ecosistema del que la Humanidad forma parte y en el cual la Humanidad es causa principal de las condiciones adversas para la vida que se vienen fortaleciendo con celeridad creciente desde la Revolución Industrial y el establecimiento del capitalismo como sistema económico globalizado.

Caso paradigmático de tales inercias es la dificultosa introducción de la ecocrítica en la teoría, la crítica y la historia de la literatura en España, donde se ha enfrentado a desaires y reticencias, en parte por su asociación con el activismo político, en cierta medida por enfrentar los principios económicos y culturales del sistema, puede que por su asociación con los valores de la contracultura jipi, quizá por suponer un cuestionamiento del canon, tal vez por aminorar la atención académica al texto en tanto artefacto verbal, en tanto estilo o retórica, en tanto realización formal que debe encontrar su primera razón de ser en el marco canonizado de una tradición literaria.

Muy diferente ha sido su recepción en Hispanoamérica, donde la inserción del factor ecológico en la crítica literaria ha fluido coadyuvado por las cosmovisiones de sus pueblos originarios y por la potencia cultural y económica de su naturaleza, cosmovisiones y potencia que se reflejan en el pensamiento sobre la identidad de las naciones americanas y en la indagación paisajística de sus literaturas. Ya lo señaló Niall Binns al referirse a las naciones emergentes cuando en 2010 afirmaba que el “peso del entorno natural —analizado, anatemizado, celebrado, mitificado— ha sido fundacional en las jóvenes tradiciones literarias de todas las repúblicas de Hispanoamérica: se palpa en la grandes narraciones regionalistas […] de comienzos del siglo XX, en el telurismo americanista de tantos poetas y en tantas búsquedas ensayísticas de la identidad patria a través de la impronta de la geografía en sus gentes” (132).

Cabe añadir que la filiación de América Latina como enclave para el extractivismo, europeo y estadounidense, ha sido fértil lluvia sobre mojado que ha contribuido a la recepción de la ecocrítica en sus universidades. Aliada con los estudios postcoloniales y decoloniales, la ecocrítica no sólo ha orientado el interés hacia autores de las culturas primigenias de América y hacia obras no incluidas en la vertiente occidental del canon latinoamericano, sino que también ha invitado a releer a los autores sancionados por la tradición europea a “contra-corriente-eco”, todo ello en beneficio de la naturaleza, las culturas y los seres postergados. No en vano, Marco Armiero, en Wasteoceno, al tratar de la relevancia que para la conservación de la memoria tiene lo que él denomina “narrativa de guerrilla” (49-56), se refiere al potencial de los contra-relatos como medio para contar las historias de aquellas personas cuyas experiencias no se suelen contar (Solórzano y Yosso 32) y recurre al pasaje de Las venas abiertas de América Latina, en el que Eduardo Galeano afirma que “América Latina es la región de las venas abiertas. Todo […] se ha transmutado siempre en capital […] el suelo, sus frutos, y sus profundidades ricas en minerales, la gente y su capacidad de trabajo y consumo, los recursos naturales y los recursos humanos” (Galeano 2).

Muy diferentes han sido las cosas al otro lado del Atlántico. A la altura de 2010 Binns afirma que en España “la sensibilidad hacia el entorno sigue siendo –a pesar de los Rodríguez de la Fuente, a pesar de los intentos de concienciación– […] escasa […], de manera muy flagrante en sectores ‘intelectuales’ y literarios’”. Y se pregunta: “¿Cuáles son los poetas españoles comprometidos ecológicamente en su obra (no es esa la palabra: los poetas, digamos, heridos en su obra por el desastre ecológico)? Antonio Colinas, el ya fallecido Jesús López Pacheco y, destacadamente, el pensador marxista y ecologista Jorge Riechmann... No creo que sea fácil extender la lista demasiado” (132-133).

El mismo año de las afirmaciones de Binns se publicó Ecocríticas. Literatura y medio ambiente (Flys Junquera, Marrero Henríquez, et al.), una edición que, con la perspectiva de los años, se revela fundamental para la introducción en el ámbito hispánico en general y español en particular de algunos textos y figuras fundacionales y prominentes de la ecocrítica estadounidense (Cheryl Glotfelty y Scott Slovick, entre otros) y de los que eran por entonces sus líneas maestras y sus ámbitos nacionales emergentes. Además de coeditar el libro, participé en él con un capítulo dedicado a señalar y ordenar las líneas maestras que en torno al año 2010 definían el estado de la cuestión de la ecocrítica en el mundo de habla española.

Con ese capítulo a la vista, titulado “Ecocrítica e hispanismo”, se comprende la mencionada descripción que ese mismo año Niall Binns hace del panorama desolado de la literatura española comprometida con el medioambiente. También con ese capítulo a la vista puede considerarse que lo que para Binns era ausencia de compromiso poético podría también extenderse a la ausencia en la crítica literaria de una lente ecológicamente comprometida con la que descubrir significados nuevos y acordes con las circunstancias antropocénicas del cambio climático y la crisis ecológica global. No sólo había carencia de compromiso ecológico en la literatura, como señala Binns; “Ecocrítica e hispanismo” pone sobre la palestra que también había ceguera lectora, incapacidad para releer con espejuelos adaptados a la crisis medioambiental global y para con su nueva óptica proponer lecturas alternativas para viejos textos.

Han sido los estudios culturales ibéricos, siempre alerta a todo aquello que subvierta el canon y ponga en entredicho los parabienes de la economía del crecimiento, los que con más provecho han prestado atención a la literatura y a las expresiones artísticas contestatarias del capitalismo globalizado que mejor ilustran los asuntos de interés ideológico, filosófico, sociológico, de género, económico o político sobre los que tales estudios se concentran: el metabolismo tóxico de la gran ciudad, el valor de los saberes tradicionales, el sumak kawsay de los pueblos ancestrales de América, los movimientos occidentales de la slow food (Petrini), la teoría del decrecimiento (Latouche), la producción lenta (Newport), la economía circular (MacArthur), el impacto de las energías limpias, la injusticia medioambiental, la economía de cercanía, el feminismo en un mundo alternativo, la sostenibilidad y sus máscaras “verdes” y el green wash de las grandes multinacionales petroleras.

Toda manifestación literaria y artística que culturalmente contribuya a cuestionar la idea de bienestar asentada en una sociedad en la que la producción y el consumo acelerados imperan y en la que el individuo queda reducido a ser un mero consumidor en el trasiego de las transacciones comerciales capta la atención de los estudios culturales ibéricos. El interés por el Movimiento de los Pueblos de Transición des-carbonizante (TTM, Transition Town Movement) que surgió en 2005 a raíz del máster en permacultura de Kinsale College instaurado en 2001 y el desarrollo de la red transition network en España, encuentros eco-poéticos en aldeas, como los “buñuelos poéticos” del Valle del Jertes, o convocatorias ideológicamente contestatarias y formalmente alternativas, como Vociferio, son paradigmáticos de la preferencia académica que los estudios culturales tienen por el papel que juegan en España la literatura y las artes en la transición eco-social hacia futuros descarbonizados (Sánchez-León).

A pesar de inercias, reticencias y prejuicios, cuando los estudios de raíz filológica se adentran en textos comprometidos con la causa ecologista, quiérase o no, el objeto literario de su atención los arrastra inexorablemente afuera de las páginas, hacia los territorios de preferencia de los estudios culturales y hacia perspectivas de compromiso, llámense neomarxistas, posthumanistas, deconstruccionistas, ecofeministas, hacia ontologías alejadas del antropocentrismo, llámense zoocéntricas, ecocéntricas o biocéntricas, incluso hacia el emergente “pensamiento vegetal” (Mancuso, Nascimento) del que hay muestras en el primer volumen de este monográfico en los contextos literarios germánico y estadounidense (Sullivan, Grewe-Volpp). Es inevitable en tales casos que una conciencia antropocénica juegue un papel relevante en el pensamiento sobre la realidad y en el análisis, interpretación y evaluación de un texto en el marco del desarrollo histórico de la literatura.

Así sucede, por ejemplo, con las obras de la nueva ruralidad a las que Christina Mougoyanni se refiere en un artículo reciente, entre muchas otras: Lobisón de Ginés Sánchez, El niño que robó el caballo de Atila de Iván Repila, El bosque es grande y profundo de Manuel Darrida, Es un decir y Belfondo de Jenn Díaz, Las efímeras de Pilar Adón o Por si se va la luz de Lara Moreno. O con las distopías que esta misma autora menciona: Cazadores de Luz de Nicolás Casariego, La alambrada de Levi de Milagros Frías, La gran necrópolis de Juan Ignacio Ferreras, Fractura de Dioni Arroyo, 2065 de José Miguel Gallardo, El palacio de Petko de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo.

Así sucede también con las formas performativas de la poesía española contemporánea, poesía en algunos casos denominada “expandida”, en gran medida dedicada a la crítica del capitalismo cuando no radicalmente antisistema, poesía que Isabel González Gil considera que se produce en territorios híbridos entre la poesía, la escena, el arte de vanguardia o la neo-oralidad tecnológica, como la perfopoesía, la poesía sonora, las acciones poéticas o el slam poetry, manifestaciones poéticas que hacen hincapié en el acontecimiento, la inscripción semiótica del cuerpo o la co-presencia y el regreso a la comunidad (19), como las de María Salgado, Luz Pichel, Gonzalo Escarpa, Lola Nieto, Sara Torres, Ángelo Néstore, Ángela Segocia y Dani Ortiz, o con festivales como el ya citado Festival de Poesía Escénica “Vociferio” de Valencia o el Internacional “Perfopoesía” de Sevilla.

Cosa distinta sucede con la literatura que no manifiesta compromiso ecológico alguno y que no se adhiere ni a formas performativas ni a expresiones “expandidas”, y con las obras canónicas que por razones de cronología son ajenas a las preocupaciones contemporáneas por el capitalismo globalizado, el cambio climático y la crisis medioambiental. Los estudios culturales, por un lado, se desentienden de esas literaturas y de esas obras, y los estudios de raíz filológica tienden a considerar que la adopción de una perspectiva ecológica en su lectura conduce de manera necesaria a un enfoque errado y anacrónico. Convendría en este punto traer a colación a Hans Robert Jauss y reivindicar crítica y filológicamente la relevancia del horizonte de expectativas del Antropoceno para lograr el descubrimiento de significados ecológicamente potenciales para las circunstancias imprevistas del presente y del futuro por venir, tanto en los textos contemporáneos no explícitamente críticos con los extremos del antropoceno como en los textos del pasado sancionados por la tradición canónica.

Que las cosas hayan seguido estos derroteros no significa que tengan que seguir haciéndolo; de hecho, las definiciones de filosofía y de filología que da el DRAE ayudan a resolver las señaladas reticencias y a comprender que el acercamiento de los estudios literarios al horizonte de expectativas del momento es tan fundamental para el enriquecimiento del conocimiento de la literatura y de la cultura como lo fue la mirada de los botánicos al terreno, a los grupos de plantas, a los elementos climáticos y a los abióticos para la renovación de la geografía como disciplina de conocimiento.  

De la filosofía afirma el diccionario que es “el conjunto de saberes que busca establecer los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad y el sentido del obrar humano”. De la filología afirma que es “la ciencia que estudia las culturas tal como se manifiestan en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos”. Aunque podrían someterse a modificaciones y matices, ambas definiciones son pertinentes para hacer hincapié en la relación que las emparenta, pues la filosofía, en tanto pensamiento orientado al entendimiento de la vida, puede encontrar en la literatura una rica fuente para el conocimiento de la realidad, y la filología, en tanto ciencia orientada al estudio de los textos literarios, puede encontrar en la filosofía una rica fuente de interpretación cultural de las formalidades retóricas y estilísticas de las obras.

En la era del Antropoceno ¿no es la ecología una filosofía? ¿No es acaso un principio de organización y orientación del conocimiento de la realidad y del sentido del obrar humano? Y con la mirada puesta en la filología, ¿no es en los tiempos que corren la ecología un elemento cultural de máximo interés en el análisis e interpretación de textos literarios y en la mayor o menor cualificación para su inserción en una tradición alternativa a la antropocéntrica? Es la ecología una manera de subsanar la alienación del especialista en general y del filólogo en particular que, como el mencionado aprieta tuercas Chaplin del primer volumen de este monográfico, ha dejado de ser artesano para ser un productor de artículos de impacto en una cadena de producción industrial sometida a intereses económicos y a los rankings de revistas y editoriales que, en algunos casos, han impuesto una tasa para publicar. Cuando logra evitar someterse a los requerimientos mercantiles de la moda, la ecología se transforma en una caudalosa fuente de sentidos para la crítica literaria: no sólo le da una razón histórica de ser al crítico que se conecta política e ideológicamente con el mundo que habita, también abre a su labor un amplio campo de indagación filológica y hermenéutica.  

Un clásico como el Diálogo de los perros cervantino puede leerse en la tradición de los animales parlantes de las fábulas o de El asno de Apuleyo, y en ese marco la lectura ha dado y seguirá dando sus frutos, pero sólo si se lee a Cervantes atendiendo a la nueva ética animalista podrá renovarse la poética horaciana que lo inspiró mediante su vínculo con el pensamiento de los cínicos, con Plutarco y sus Moralia a la cabeza, su asociación con el pensamiento alternativo al mito de la excepcionalidad humana identificada con el lenguaje y la razón, su conexión con los motivos éticos que sustentan los movimientos vegetarianos y veganos, e incluso con una visión del ser humano como un animal más y contraria a los principios morales que justifican las conquistas de las culturas colonizadoras. Porque Cervantes, amén su relación con el Plutarco que detesta por razones éticas el consumo de carne, amén de su vínculo con el pensamiento animalista de Montaigne en la “Apología de Raimundo Sabunde” (al que recurre Derrida en L’animal que donc je suis), con el Feijoo vindicativo de la racionalidad de los animales, con uno de los grandes animalistas de la tradición española, el excéntrico Francisco González Díaz, “ecologista avant la lettre” (Marrero Henríquez, “Hacia una filología verde”) y con el nobel Coetzee de Historias de los animales, Cervantes seguramente se sintió en la prisión de Argel como un perro o un indígena esclavizado, como un ser racional y sintiente cuyo único defecto era el desconocimiento de la lengua de su amo. Ello es decir que también Coloquio de los perros puede extender sus relaciones a Francisco de Vitoria y los orígenes del derecho internacional, a la pedagogía del oprimido de Paulo Freire y a la filosofía de la liberación de Enrique Dussel. Con la mirada ecosistémica aplicada a Cervantes se ilumina una tradición cultural y resurge con vida un texto, para bien de la filología y también para el bien de la cultura y de la vida. Por afirmarlo con referencia a la teoría general de la literatura de raíz ecológica que denomino “Poética de la respiración” (Marrero Henríquez, “Ecocriticism of the Anthropocene”), con sensibilidad ecológica Coloquio de los perros revive al “respirar” acompasadamente con el aire de los tiempos. 

Las señaladas relaciones del texto cervantino pueden ponerse sobre la palestra o no, pero si se ponen surgen posibilidades de lectura muy pertinentes y académicamente sustentadas, adecuadas al presente y a su horizonte de expectativa (Jauss dixit). Se iluminan los textos y de las relaciones de la ecología y la literatura nacen frutos exóticos, alternativos, nutritivos, lozanos. No cabe la menor duda de que la irrupción del pensamiento ecologista en sus múltiples variantes en el estudio de textos literarios es extremadamente pertinente, pues llama la atención sobre la relevancia que para la lectura e interpretación de textos tiene el pensamiento sobre la realidad globalizada que caracteriza el Antropoceno, corrige la tendencia al solipsismo de las disciplinas que estudian el mundo como si fuese un universo de signos clausurado que se autoabastece, y abre fértiles campos de indagación ética y estética que son relevantes tanto para la reflexión sobre la realidad contemporánea como para la teoría, la crítica y la historia literarias.

Para aliviar los recelos hacia la ecocrítica hispánica que aún pudieran pervivir, este segundo volumen de “La ecocrítica del siglo XXI (y de los siglos por venir)” privilegia en gran medida el ámbito hispánico y se concentra en los temas de su subtítulo: “límites, reparaciones, poéticas alternativas”. Al tratar de límites me refiero a dos trabajos enfocados en los límites metabólicos del sistema capitalista y a sus expresiones académicas y digitalizadas. Luis I. Prádanos reivindica una pedagogía de los límites para un mundo limitado, pedagogía que no se aplica en las universidades ni en las enseñanzas de Humanidades. Paulo A. Gatica Cote reflexiona sobre la sostenibilidad de los medios digitales y sobre los límites energéticos de la poesía digital y de la digitalizada. Al tratar de reparaciones me refiero a los temas de dos artículos, la recuperación de dos poetas alternativos al desarrollismo franquista injustamente postergados, Aníbal Núñez y Justo Alejo, de Diego Zorita Arroyo, y a la restauración para la ecología de un género ajado, moralmente conservador e injusto con los animales, la fábula, en el de Miguel Rodríguez García. Cuando me refiero a poéticas alternativas aludo a los trabajos de Micah McKay sobre la poética de la basura o del desperdicio, mediante el estudio de Ustedes brillan en lo oscuro de Liliana Colanzi, y de Daniel Eltringham sobre la ecopoética de la poesía guerrillera y de sus traducciones.

Luis I. Prádanos, en “Postgrowth Humanities: Los límites de la crítica cultural en su encuentro con los límites planetarios”, considera que los estudios literarios y culturales en particular y las humanidades en general han evolucionado en el seno de unas instituciones adictas al crecimiento económico y de unas infraestructuras diseñadas para operar en un contexto de intensidad energética creciente (petromodernidad). Y ello a pesar de que las condiciones ecológicas planetarias son radicalmente diferentes a las de la segunda mitad del siglo pasado y de que resulta obvio que el paradigma cultural dominante y su adicción al crecimiento económico constante es inviable en las circunstancias actuales de ecological overshoot. Por estas razones Luis I. Prádanos se pregunta por las limitaciones y posibilidades de la crítica cultural en su inevitable encuentro con dichos límites biofísicos y propone unas Humanidades que no sólo reconozcan la realidad socioecológica del siglo XXI, sino que se constituyan en pieza clave en la impostergable transición hacia un cambio de paradigma cultural que ponga la vida en el centro y asuma los límites planetarios. 

Paulo A. Gatica Cote, en “Sostenibilidad, minimalismo y textualidades slow”, analiza el concepto de “sostenibilidad” aplicado al campo de la creación en red y en relación con la denominada digital sobriety, que surge como oposición a un modelo cultural inflacionario y multipantalla, caracterizado por grandes consumos de datos y energía, relaciona el “minimalismo digital” con la microtextualidad y con los valores compartidos de concentración, miniaturización y esencialidad, y reflexiona sobre el derroche energético que las expresiones digitales minimalistas encubren.

A partir de algunos poemas de Naturaleza no recuperable (1972-1974) y Definición de savia (1972-1974) de Aníbal Núñez y MonuMENTALES REBAJAS (Tristes tópicos. SubMINIFIESTO NORMAL) (1971) de Justo Alejo, Diego Zorita Arroyo, en "Los futuros que no fueron: alternativas a la ‘modernización’ franquista en la poesía de la naturaleza de Aníbal Núñez y Justo Alejo", rastrea los orígenes de una sensibilidad proto-ecologista en la poesía tardo-franquista que se sustenta en cosmovisiones de la naturaleza alternativas al imaginario extractivista instaurado con los planes de desarrollo franquistas. Al tiempo que restaura las voces de Aníbal Núñez y Justo Alejo, Zorita Arroyo cuestiona la modernidad poética instaurada con la generación novísima, que consagró una poesía formalista y de raíz urbana que desatendió las transformaciones tecno-naturales que alteraron el metabolismo ecológico de la sociedad española.

Como Zorita Arroyo, Miguel Rodríguez García también hace una reparación figurada de una parte del acervo de la literatura española, si bien en su caso no se efectúa sobre autores específicos y en cierta medida marginales sino sobre un género tan tradicional y moralmente conservador como es la fábula, un género que incluso se podría considerar extremadamente injusto con la naturaleza de los animales, tal y como lo afirmaron Francisco González Díaz en Cultura y turismo (1910) y Juan Ramón Jiménez en Platero yo (1914). Miguel Rodríguez García, en "Fábulas para la empatía animal. Desde La Fontaine hasta Julián Chave y Castilla", se basa sobre todo en el corpus español y analiza y clasifica algunas fábulas de los siglos XVIII y XIX en las que pueden ser percibidas actitudes afectivas hacia ciertos animales no humanos y de las que se pueden extraer lecciones sobre su protección y cuidado, y testimonios de abuso y denuncias de maltrato. Leyendo a contracorriente un género eminentemente antropocéntrico, Rodríguez García encuentra algunas fábulas de resonancias ecológicas y se propone continuar en el futuro con una pesquisa útil para reparar un género y con él ilustrar los postulados de los estudios de animales.

Micah McKay, en "Logics of Waste in Liliana Colanzi’s You Glow in the Dark", estudia los desechos que la antropóloga Myra Hird considera como el signo distintivo del Antropoceno desde su potencial plurisignificación y a partir de los cuentos de Liliana Colanzi. Los desechos no son unívocos, unos son los residuos biológicos que los organismos producen mientras viven y al morir, otros la basura nuclear que atenta contra la vida. Con los cuentos de Colanzi a mano, Micah McKay se adentra en las nociones de creación y destrucción y se esfuerza en abandonar la perspectiva humana para leer en ellos lecciones valiosas sobre cómo vivir con los desechos que se crean.

Basándose en ejemplos de poesía guerrillera latinoamericana de Rita Valdivia, Javier Heraud y Mario Payeras que ha sido traducida en pequeñas editoriales anglófonas, Daniel Eltringham explora las fisuras que se dan entre el entorno físico de la guerrilla y las especulaciones teóricas de la ecopoética transcultural. En Counter/insurgent Guerrilla Ecopoetics”, Eltringham considera que en la “ecopoética guerrillera” resultante del proceso de la traducción de los poetas guerrilleros la lucha política se reviste de una ecología de relaciones no antropocéntrica que se manifiesta en metáforas relacionadas con los ciclos, los enjambres, la polinización y los ensamblajes de las que, a la postre, la contrainsurgencia se apropia para sus intereses. Hay una tensión no buscada entre el suministro y la infraestructura y sus opuestos, el sabotaje y el contraataque, que es decir entre la ecopoética y el materialismo histórico.

Límites, reparaciones, poéticas alternativas, tres direcciones de la ecocrítica del siglo XXI y de los siglos por venir. Imposible crecer ad infinitum en un mundo limitado y esta crucial circunstancia, de Pero Grullo pero dejada de lado por el discurso dominante del crecimiento, la producción y el consumo, ha de jugar un papel relevante en los estudios literarios, críticos, teóricos e históricos, estudios que tienen el deber ético de reparar olvidos, aliviar menosprecios e idear poéticas sobre la naturaleza y la finalidad de la literatura acordes al presente y a los retos que se avecinan.

 

 

 

Bibliografía citada

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