BURKE Y LOS ORÍGENES DE LA ESTÉTICA MODERNA

 

BURKE AND THE ORIGINS OF MODERN AESTHETICS

 

BURKE ET LES ORIGINES DE L’ESTHÉTIQUE MODERNE

 

Víctor Ruiz Polanco

Universidad de Granada

vruizpolanco@ugr.es

https://orcid.org/0009-0008-5877-6609

 

Fecha de recepción: 26/10/2024

Fecha de aceptación: 01/12/2024

DOI: https://doi.org/10.30827/tn.v8i1.31801

 

 

[Fernández-Jáuregui Rojas, Carlota. “Introducción. Burke y los orígenes de la estética Moderna”. Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, Edmund Burke, traducido por Carlota Fernández-Jáuregui Rojas, Madrid, Alianza Editorial, 2023, pp. 13-155]

 

Resumen: En “Burke y los orígenes de la estética moderna” Carlota Fernández-Jáuregui despliega, a partir del examen de Burke y su Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, una amplia reflexión teórica que comprende tres disciplinas: retórica, estética y política. Situando como centro de su trabajo la base afectiva que las tres comparten, la investigadora aborda la importancia fundamental de lo sublime en la literatura y el pensamiento modernos, si bien al tiempo problematiza dicha presunta modernidad, apuntando a los fundamentos afectivos que ya se encontraban en la antigua retórica. Tras un primer capítulo que se dedica a la genealogía ya descrita, la autora estudia en el segundo el concepto de gusto y explica el carácter político que esta noción adquiere en Burke, poniéndolo a su vez en relación con los análisis económicos de Marx. Por último, Fernández-Jáuregui dedica el capítulo final a estudiar la “retórica temporal” de lo sublime, notando cómo esta temporalidad intrínseca al concepto, además de explicar sus mutaciones a lo largo de la historia, condiciona su particular relación con el lenguaje y la literatura.

Palabras clave: retórica; política; estética; Longino; sublime; belleza; gusto.

 

Abstract: In “Burke y los orígenes de la estética moderna”, Carlota Fernández-Jáuregui develops, following an examination of Burke and his Philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful, a broad theoretical reflection which concerns three disciplines: rhetoric, aesthetics and politics. Placing at the center of her work the affective basis shared by all three, the researcher addresses the fundamental importance of the sublime in modern literature and thought, while also problematizing this alleged modernity by pointing to the affective foundations already present in ancient rhetoric. After a first chapter devoted to the genealogy just described, in the second chapter the author explores the concept of taste and explains the political nature that it acquires in Burke, while also relating it to Marx’s economic analysis. Finally, Fernández-Jáuregui devotes the last chapter to the “temporal rhetoric” of the sublime, noting how this intrinsic temporality of the concept, besides explaining its mutations throughout history, conditions its particular relation with language and literature.

Keywords: Rhetoric; Politics; Aesthetics; Longinus; Sublime; Beauty; Taste.

 

Resumé: Dans « Burke y los orígenes de la estética moderna », Carlota Fernández-Jáuregui développe, à partir de l’examen de Burke et de sa  Recherche philosophique sur l'origine de nos idées du sublime et du beau, une vaste réflexion théorique qui englobe trois disciplines : la rhétorique, l’esthétique et la politique. Plaçant au centre de son travail la base affective commune aux trois disciplines, l’auteure aborde l’importance fondamentale du sublime dans la littérature et la pensée modernes, tout en problématisant cette prétendue modernité en soulignant les fondements affectifs déjà présents dans la rhétorique antique. Après un premier chapitre consacré à la généalogie mentionnée, l’auteure explore, dans le deuxième chapitre, le concept de goût, en expliquant le caractère politique que cette notion acquiert chez Burke et en la mettant en relation avec les analyses économiques de Marx. Enfin, la chercheuse consacre le dernier chapitre à l’étude de la « rhétorique temporelle » du sublime, en montrant comment cette temporalité intrinsèque au concept, tout en expliquant ses mutations historiques, conditionne sa relation particulière avec le langage et la littérature.

Mots-clés: rhétorique ; politique ; esthétique ; Longin ; sublime ; beauté ; goût.

 

 

 

Gerard Genette describió una vez la historia de la retórica como la de una disciplina “que no ha cesado, a lo largo de los siglos, de ver reducirse como piel de zapa su campo de competencia” (23-24). La lectura de De lo sublime y de lo bello que Carlota Fernández-Jáuregui Rojas lleva a cabo en este prólogo a la obra de Burke nos remite a aquellas versiones más antiguas de la retórica, cuando esta aún no había perdido su dimensión pragmática, su relación con el discurso público y, por tanto, con la política. Cabe señalar este punto lo antes posible, pues el vínculo entre retórica —literaria, se entiende— y política es un hilo conductor de “Burke y los orígenes de la estética moderna”, trabajo en que la investigadora de la Universidad de Salamanca —también traductora de la presente edición— rastrea las coincidencias e intercambios entre ambas faces del pensamiento del polifacético autor. Ya en la breve semblanza con que Rodríguez-Jáuregui comienza su estudio, “Burke en llamas”, los discursos políticos del controvertido irlandés parecen identificarse con aquel estilo vigoroso descrito sin éxito por Demetrio y después refundido en las metáforas ígneas del sublime longiniano.

 Fernández-Jáuregui retrata a un Burke polémico, seductor y, sobre todo, contradictorio. La compleja caracterización del autor de De lo sublime y de lo bello se puede explicar por la particular coyuntura histórica en que escribe su obra: si podemos identificarla con los “orígenes de la estética moderna” —título del prólogo, recordemos— es justo porque se sitúa antes de los hitos con que tradicionalmente se identifica el nacimiento de la literatura y el pensamiento modernos. Significa esto que el autor se emplaza todavía en las coordenadas de un, sin duda ya muy problemático, Clasicismo, al tiempo que es precedente directo de obras como las de Kant o Lessing. Fernández-Jáuregui aprovecha esta ambivalencia —y en el proceso problematiza la dicotomía entre clasicismo y modernidad— para movilizar en su prólogo un amplio abanico de referencias a ambos lados del meridiano histórico: en su lectura de Burke se dan cita Aristóteles y la pintura de Friedrich, Platón y Freud, Longino y Leopardi, Petrarca y Marx o la Celestina y Nietzsche. La llave de paso que facilita estos intercambios, como no podía ser de otra manera, es el concepto de lo sublime, cuyas mutaciones desde la retórica clásica hasta la estética moderna Fernández-Jáuregui rastrea en el primer capítulo, “La estela de Longino”.

La versión tópica de dicha estela explica que -en gran parte inspirándose en el anónimo autor del Peri Hypsous- el siglo XVIII habría desarrollado una nueva disciplina que adoptará el nombre de estética. La estética definirá el arte en términos de “reacción psicológica de un sujeto y como relación entre el sujeto y el objeto” (Fernández-Jáuregui 32); y, en tanto que este objeto ya no tendrá por qué ser verbal ni explícitamente artístico —aquí está el gran salto con respecto al periodo clásico y con respecto al propio Longino—, se produciría una aparente superación del campo de la retórica por el de la estética. Este relato, sin embargo, es lo que Fernández-Jáuregui problematiza en su prólogo, rastreando los desatendidos “orígenes retórico-poéticos de la estética de lo bello y lo sublime” (36). La autora incide en el hecho de que la retórica fue, antes de reducirse a un mero estudio de la elocutio, una disciplina centrada en los afectos. Partiendo de esta dimensión afectiva de la retórica —del todo evidente, por ejemplo, en la Poética de Aristóteles (1456b)—, la estética deja de considerarse una superación y pasa de hecho a ser considerada como una recuperación de ciertos aspectos que la vieja disciplina habría olvidado con el tiempo.

En el contexto de esta teorización sobre los afectos y sus efectos, Fernández-Jáuregui caracteriza lo sublime burkeano como una pasión impura, donde se comunican el terror y la sorpresa, el dolor y el placer. El hecho de que lo sublime no pueda identificarse con ninguna pasión absoluta explicaría las múltiples formas que el concepto adopta a lo largo de la historia y en los distintos autores que lo tratan. Lo sublime ocupa “un terreno demónico, inestable e intermedio, que evoca ese espacio comunicador al que según Diotima pertenece Eros” (Fernández-Jáuregui 53). Esta indeterminación origina el particular carácter dialéctico y temporal de la experiencia de lo sublime, que la prologuista analizará en el último apartado de su estudio. El trabajo regresa aquí a las conexiones entre estética y política del pensamiento de Burke, recordando que esta última tampoco será una cuestión de absolutos para el autor, sino un cálculo de “cantidades morales” (55); la clave de su aproximación, en los dos ámbitos, es rechazar los valores absolutos y atender en cambio a la escala, la gradación relativa. Previene Fernández-Jáuregui que para Burke, sin embargo, la política nunca será pura aritmética, dado que esto derivaría en una visión “maquiavélica” por la cual se acabarían justificando “los crímenes de hoy por las ventajas de mañana” (58). La investigadora termina este apartado señalando que, al igual que pasaba antes con la estética, en tanto que la política se basa en el efecto podríamos incluirla bajo el paraguas de la retórica, en el original sentido amplio de la disciplina (65).

El segundo capítulo del prólogo se dedica al concepto de gusto. Su título, “Burke y la economía política del gusto”, nos remite de nuevo a los intercambios entre el pensamiento político y la estética del autor, en los que la investigadora no deja de insistir. Si la reflexión sobre este concepto —tan frecuente en su época, como señala Fernández-Jáuregui (86)— es importante para el pensamiento burkeano es porque a través de él puede el autor saltar de la experiencia estética subjetiva a la dimensión social de los afectos, fundada en la universalidad del gusto (89). De hecho, los lazos de la sociedad en sí serán para Burke producto de un afecto, el amor. El amor, identificado con la belleza, será una fuerza de unión, integradora, al contrario que el miedo, que produce la disolución y se relaciona con la experiencia de lo sublime. Mientras que el amor favorece la comunicación humana, lo sublime se identifica con lo inefable y, elevado a la dimensión social, se convierte en “trasunto del desorden social y político que conduce a la soledad y el aislamiento del individuo” (Fernández-Jáuregui 85).

Soledad, aislamiento y desorden sociopolítico son sintomatologías típicamente asociadas con la modernidad. Para mayor precisión, se trata de lugares comunes de aquellas teorías que vinculan la experiencia moderna al advenimiento del sistema productivo capitalista. Fernández-Jáuregui pone en diálogo al joven Marx con la reflexión lingüística de Burke, notando que la caracterización que este hace de la palabra como “vínculo universal”, coincide con la descripción que aquel hace del dinero en sus tempranos Manuscritos filosófico-económicos (94). Dinero y palabra por igual permiten relacionar una realidad con cualquier otra, no importa lo disímiles que estas sean, pero solo a fuerza de sublimarlas o, en terminología marxista, fetichizarlas. Insistiendo aquí Fernández-Jáuregui en el carácter líquido, ambivalente, de las pasiones en Burke, emparenta al autor con la genealogía de los sentimientos nietzscheana y con el psicoanálisis freudiano. De esta manera se dan cita en el capítulo, a la sazón del concepto del gusto y su vínculo con la comunicación lingüística, los tres “maestros de la sospecha” de la modernidad:

Volviendo al problema del gusto y su comunicabilidad, podemos afirmar, siguiendo los mecanismos de permutación y desplazabilidad sublimatoria que definían Nietzsche y Freud, que la experiencia estética realiza una operación de sublimación en términos económicos y filosóficos a partir de un impulso retorico-verbal, pues tales sustituciones y transferencias corresponden con rigor a la naturaleza del lenguaje (Fernández-Jáuregui 99).

A partir del mito de Adán y Eva en la versión de Milton —autor preferido de Burke y sublime por excelencia en la poesía inglesa—, da paso la autora a la tercera y última parte de su estudio, aquella que analiza la “Retórica temporal del gusto”. Argumenta en esta sección que, en tanto que implica un “acto de comparación”, un antes y un después, el aspecto temporal es inseparable del gusto; de esta manera, “lo bello y lo sublime llegan a intercambiar sus funciones y a invertir los movimientos temporales de sus pasiones” (106). De nuevo sale a la luz la dimensión intrínsecamente lingüística —o sea, retórica— de la teoría de Burke, pues se insiste en que precisamente el carácter temporal, sucesivo y la rapidez del lenguaje hacen de este el medio por excelencia de lo sublime: “Es efectivamente imposible, ante la soltura y rapidez con que se suceden las palabras en la conversación, formarse ideas tanto del sonido de la palabra como de la cosa representada” (Burke 375). Sugiere aquí la autora una posible influencia del autor en la famosa distinción entre artes espaciales y temporales establecida después por Lessing. Otro de los motivos por los que el lenguaje, ergo la literatura, son especialmente aptos para expresar lo sublime es su oscuridad inherente, que se vuelve a expresar desde la tradición bíblica y la ya mentada expulsión del Paraíso: “la oscuridad alegórica es fruto de nuestra caída” (Fernández-Jáuregui 115).

Finalizando su estudio, Fernández-Jáuregui se vuelve a una tempranísima expresión del sublime paisajístico, hallada en una carta de Petrarca, para insistir en que, incluso en experiencias estéticas aparentemente no verbales como esta, existe una fuerza lingüística. Sucede, entonces, que también “lo sublime de la naturaleza está en poder de la retórica” (116). Esto es cierto tanto para los periodos clásicos, en los que la naturaleza estaría revestida del “murmullo de la semejanza”, en expresión de Foucault (86), como en el baudeleriano “bosque de símbolos” moderno al que la investigadora alude —o sea, al mundo mistificado por la mercancía capitalista, según se vio en el apartado anterior. A partir de las perspectivas picadas de los cuadros de Caspar Friedrich se explica el proceso por el cual el propio concepto de lo sublime —en cuya maleabilidad ya se ha insistido— se sublima para transformarse en la caída al abismo romántica, en dirección opuesta a la elevación que implicaba el “hypsous” de Longino: “el pathos de la elevación sublime, llevado a su extremo, se convierte en bathos o profundidad” (Fernández-Jáuregui 125). Ejemplos de esto, citados en el texto, serán el “dulce naufragar” de Leopardi y la mirada al abismo de Nietzsche. Pone fin a su prólogo Fernández-Jáuregui instándonos a leer a Burke: el crisol de conceptos y tradiciones que la investigadora es capaz de reinterpretar a la luz de su tratado sobre lo sublime y lo bello evidencia lo provechoso de la invitación.

 

 

Bibliografía citada

Aristóteles. Poética. Traducido por Valentín García Yebra, Madrid, Gredos, 1974.

Burke, Edmund. Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello. Traducido por Carlota Fernández-Jáuregui Rojas, Madrid, Alianza Editorial, 2023.

Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Traducido por Elsa Cecilia Frost, Madrid, Clave Intelectual, 2022.

Genette, Gerard. Figuras III. Traducido por Carlos Manzano, Barcelona, Lumen, 1989.