Las TIC ofrecen posibilidades de
actualizar el contenido de las asignaturas y
los métodos pedagógicos. Ellas no eliminan
el importante rol que desempeña el
docente, sino que modifican su papel en
relación con el proceso de enseñanza-
aprendizaje, por tanto, la incorporación de
las nuevas tecnologías a los procesos
educativos de la educación superior, cada
vez más eminentes, demandan de una
mayor preparación e innovación de los
docentes en las prácticas pedagógicas. “El
profesor sigue siendo el factor esencial en
la labor de formación de los estudiantes.
Sin su presencia, tanto física como a través
de la Web, no hay educación posible”
(Horruitiner, 2016, p.191).
La lectura mediada por las TIC debe
servir para apoyar a mejorar las
habilidades docentes que deberán permitir
que el estudiante sea más responsable de
su propio aprendizaje, “ofreciéndole
diversas opciones para que investigue,
invente, produzca, colabore, transforme,
siempre con el objetivo de formar una
nueva generación de ciudadanos
innovadores” (García et. al., 2017, p.15).
El docente de la era de la
informatización debe mantener una
actitud de indagación permanente,
generar entornos de aprendizaje,
mantener una continuidad del trabajo
individual al trabajo en equipo, fomentar el
desarrollo de competencias lectoras que
realmente tributen a la adquisición de
conocimientos. “La tecnología y la
información por sí solas no guían, ni
ayudan, ni aconsejan al alumnado; por ello,
la labor del docente en la educación digital
es hoy más importante que nunca” (Viñals
& Cuenca, 2016, p.1476).
El rol del docente de la educación
tradicional, centrado en transmitir
conocimientos estructurados a un grupo
de estudiantes, se transforma hoy, a partir
del desarrollo de la ciencia y la tecnología,
y con la incorporación de las TIC a la
docencia, en el docente de la era digital
con la función de organizador, guía, gestor
del aprendizaje, dinamizador, asesor,
promotor de lectura; con un objetivo
preciso, el de formar profesionales
idóneos, analíticos y críticos, que
respondan de manera apropiada a los
retos de esta sociedad del conocimiento,
que exige el manejo de una creciente y
compleja diversidad de textos, a los cuales
solo se pueden acceder mediante procesos
de lectura intencionados, orientados a la
construcción de sentido y de
conocimientos, fundamentalmente
cuando todavía la lectura constituye un
problema social a resolver. “El mundo