
PÉREZ-PEDREGOSA
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INTRODUCCIÓN
Desde hace unos años, el término de
“diversidad funcional” se ha ido
extendiendo por todo el mundo en
detrimento de otros términos que
resultan peyorativos como
“minusválido”, “retrasado”, “deficiente”,
“discapacitado”, etc. Con este cambio
de nomenclatura se pretende que se
desplace el “problema” al entorno y no
a la persona (Romañach y Lobato,
2005). Puesto que es el contexto el que
impone todo tipo de barreras, ya sean
arquitectónica, mentales o de
comunicación (Mañas e Iniesta, 2016),
para que las personas no puedan tener
un funcionamiento adecuado, creando
o acrecentando, así, discapacidades
en determinados ciudadanos de tal
contexto.
Se define como barreras
arquitectónicas a aquellos aspectos
físicos que imposibilitan a las personas
con diversidad funcional el acceso a
lugares privados o públicos, limitando,
así, su independencia y autonomía.
Algunas de estas barreras serían las
escaleras, falta de baños adaptados,
bordillos, etc.
Por otro lado, las barreras
mentales son limitaciones que no
permiten o reducen la posibilidad de las
personas con diversidad funcional para
desenvolverse plenamente y con
autonomía en su vida diaria.
Por último, las barreras
relacionales y comunicativas se
refieren a los obstáculos que
encuentran las personas con
diversidad funcional para relacionarse
e interactuar con los demás. Estas
barreras producen malestar en esta
población, ya que, de forma reiterada,
vulneran sus derechos y los relegan a
un segundo plano.
Es por ello, que se precisan de
programas de conocimiento y
sensibilización, con la finalidad de
acercar a la sociedad la diversidad
funcional (Mañas e Iniesta, 2016).
Con el término diversidad se
engloba a todos los seres humanos, ya
que diferimos unos de otros y, por lo
tanto, somos únicos y diversos. Según
Cela et al. (1997, como se citó en
Gómez, 2021) se distinguen tres
elementos que constituyen el
constructo de diversidad en las
personas. Estos son el aspecto social
(cultura, rol social, nivel
socioeconómico, etc.), el aspecto físico
(factores hereditarios) y el aspecto
psicológico (aspectos emocionales,
habilidades, etc.). De este modo, con el
uso y consideración del concepto de
“diversidad” se pueden superar las
diferentes etiquetas anteriormente