Monográfico

Evolución de la edición científica en revistas de Ciencias Sociales y determinación de Latinoamérica como ecosistema característico

Evolution of scientific publishing in Social Sciences journals and determination of Latin America as a characteristic ecosystem

F.M. Aliaga *
Universidad de Valencia, España

Evolución de la edición científica en revistas de Ciencias Sociales y determinación de Latinoamérica como ecosistema característico

RELIEVE. Revista Electrónica de Investigación y Evaluación Educativa, vol. 26, núm. 2, 2020

Universidad de Granada

Universidad de Valencia

Recepción: 12 Noviembre 2020

Aprobación: 09 Diciembre 2020

Publicación: 09 Diciembre 2020

Resumen: Se analiza la evolución de la edición científica desde sus orígenes hasta los cambios más recientes, identificando tendencias y problemáticas principales. Se hace un análisis específico de la edición de revistas de Ciencias Sociales en el ámbito hispano y, más en profundidad, en Latinoamérica, identificando las características y perfiles que lo definen como un grupo diferenciado con características y problemáticas propias y con propuestas alternativas de gran interés.

Palabras clave: Edición científica, Revistas, Ciencias Sociales, Latinoamérica.

Abstract: The evolution of scientific publishing from its origins to the most recent changes is analyzed, identifying trends and main problems. A specific analysis is made of the publication of Social Sciences journals in the Hispanic sphere and, more in depth, in Latin America, identifying the characteristics and profiles that define it as a differentiated group with its own characteristics and problems and with alternative proposals of great interest.

Keywords: Scientific publishing, Journals, Social Sciences; Latin America.

La comunicación científica

Uno de los hitos más importantes en el devenir de la Humanidad fue la creación de la escritura. Su uso permitió extender la comunicación más allá del alcance de la voz y más allá del momento en que se decían las cosas. Permitió que el conocimiento se pudiese almacenar, que se pudiese transmitir y acumular. Tan importante fue la creación de la escritura para la Humanidad que marcó un antes (pre-historia) y un después (historia).

El conocimiento, durante siglos, se acumuló en libros, escasos y caros. El descubrimiento de la imprenta revolucionó la acumulación de información. Poco a poco, los procedimientos de comunicación (y no solo la científica, pero es ésta la que nos ocupa ahora) han seguido cambiando a lo largo del tiempo para ir adaptándose a las circunstancias y aprovechando los mejores recursos disponibles (Triggle & Triggle, 2017).

Con los inicios de la ciencia moderna, durante el Renacimiento, nace la necesidad de intercambiar directamente información y conocimientos entre los expertos de cada campo. Esta primera fase, conocida con el nombre de La Républiquedes Lettres (Sabbatini, 1999; Waquet, 1989), un juego de palabras que significa tanto La República de las letras como La República de las cartas. Era una comunicación informal, básicamente epistolar, lo que limitaba el alcance de las comunicaciones (muy lentas) y su difusión (una carta para cada uno de los interesados). Pronto el crecimiento (en conocimientos y en investigadores) lo convirtió en un procedimiento ineficiente.

Las revistas científicas

La respuesta llegó en 1665, año en el que se crearon las dos primeras revistas, Le Journal des Savants en Francia (en realidad, una revista de informaciones de actualidad que incluía, también, un apartado sobre ciencia) y las Philosophical Transactions of the Royal Society, en Londres, esta sí, especializada íntegramente en comunicar avances científicos. Al ser un medio impreso, los costes se reducían y el alcance se multiplicaba: Había nacido la época de las revistas científicas.

Las revistas mostraron ser un medio dinámico, las mejoras fueron añadiéndose: cuando el número de artículos remitidos empezaron a ser muy numerosos y especializados se creó (en 1752) la revisión por pares independientes en la citada revista londinense, aunque desde su nacimiento había tenido un Comité Editorial que era quien filtraba los artículos enviados para su publicación.

Durante el siglo XIX, con la profesionalización y expansión de la ciencia, las empresas comerciales (Taylor & Francis, Elsevier, Springer, etc.) llegan al ámbito científico como editora. Se produce un gran crecimiento del campo gracias a la economía de escala: comienza el periodo llamado Big Science (Price, 1963). Durante el siglo XX continúa el crecimiento exponencial de la ciencia (particularmente representado en el crecimiento de las revistas: ver Figura 4) y se incorporan las otras dos grandes editoriales (Sage y Wiley-Blackwell) que, junto a las tres citadas anteriormente, forman las cinco grandes que controlan el oligopolio de la edición de la ciencia, encargándose de más del 50% de la producción científica (Larivière, Haustein & Mongeon, 2015).

Con el cambio de milenio aparecen algunas aportaciones de la mano de la tecnología: llegan las primeras revistas electrónicas (Aliaga, 2002; Aliaga & Suárez Rodríguez, 2002; Rodríguez Gómez, 2005) y otros medios alternativos –complementarios, más bien- de comunicación (repositorios, blogs, redes sociales, etc.). Dentro de esta línea de impresionante crecimiento y difusión de la información, Jinha calculó, ya en 2010, que desde la creación de las primeras revistas en 1665 se han publicado unos 50 millones artículos. Refiriéndonos exclusivamente a revistas académicas en inglés, en 2018 había 33.100 activas, que publicaron más de tres millones en ese año (Johnson, Watkinson & Mabe, 2018). Estos mismos autores indican que la tasa de crecimiento del número de revistas (gracias a las facilidades tecnológicas, pero también a la demanda) ha crecido desde un 3% anual a principios de siglo hasta un 5-6 % en la última década. La base de datos CrossRef distribuye más de 97 millones de DOI al año (y no es la única que lo hace), de los que unos 73 millones son asignados a los documentos publicados en un total de unas 60.000 revistas. Se ha calculado que Google Scholar indexaba en el año 2014 (y estos números tienden a crecer) entre 100 y 160 millones de documentos, entre los que se incluyen artículos de revistas, pero también libros, trabajos de fin de grado, de master o de doctorado, comunicaciones a congresos y otra literatura gris (Khabsa & Giles, 2014; Orduña-Malea et al., 2014).

En cualquier caso, atendamos al indicador que atendamos, la cantidad de investigación publicada es absolutamente inabarcable, el esfuerzo para producirlo es inconmensurable, y da cuenta de las necesidades de establecer filtros de calidad a las publicaciones (para limitar en lo posible esta hiperinflación a lo más importante y riguroso) y de desarrollar sistemas de recuperación de la información más sofisticados y eficaces.

Algunas de estas mejoras que los investigadores demandan en este sentido incluyen:

Precisamente estos cambios, y muy particularmente las adaptaciones que han realizado en la última década las principales empresas creadoras de mediciones del impacto de la publicación científica (principalmente, Clarivate a través de WoS y Elsevier a través de Scopus) deben hacernos reflexionar sobre los sistemas de evaluación y los sistemas de incentivos que establecen nuestros sistemas nacionales de I+D+i.

En primer lugar, conviene tener muy presente que estar presente en esos índices es en ocasiones una cuestión más cercana a políticas comerciales de las empresas implicadas que a la realidad científica y que, por tanto, no es necesariamente sinónimo de “calidad”. Los datos que podemos ver en la siguiente Tabla no podrían explicarse en términos científicos, de mejora de la investigación producida.

Tabla 1
Tasa de crecimiento de revistas incluidas en Web of Science entre 2005 y 2010 por países
PaísIncremento de cobertura
España2.600 %
Brasil767 %
Chile550 %
Croacia550 %
Turquía550 %
Sudáfrica475 %
Italia400 %
Corea del Sur367 %
Australia359 %
Francia72 %
Fuente: Aliaga, Gutierrez-Braojos y Fernández Cano (2018), calculado a partir de datos de Testa (2011)

En segundo lugar, es evidente que no todas las revistas tienen las mismas oportunidades de entrar en esos índices selectivos. Así, por un lado, los procesos de organización editorial, e incluso de capacidad de presión de las editoriales o la capacidad económica y de personal, ponen en desventaja a las pequeñas editoriales, independientemente de la calidad de los contenidos o de la exigencia que planteen para publicar. Así, Larivière, Haustein y Mongeon (2015) señalaban que la pertenencia al oligopolio de las Big Five favorece la entrada en los índices selectivos, en el que copan más del 50% de las revistas incluidas. En cualquier caso, tampoco debemos perder de perspectiva la realidad. Con el enorme (y creciente) ritmo de aparición de un gran número de revistas científicas, el peso de las Cinco Grandes va declinando con el tiempo, no solo respecto al número de revistas o de artículos, sino también, y esto es lo más importante, respecto al número de citas, lo que indica que una parte cada vez más sustancial de la literatura científica de mayor interés se publica al margen de estas pocas empresas comerciales.

Porcentaje de trabajos de Ciencias Naturales y Médicas panel izquierdo y Ciencias Sociales y Humanidades panel derecho publicados por los 5 principales editores 1973–2013
Figura 1
Porcentaje de trabajos de Ciencias Naturales y Médicas panel izquierdo y Ciencias Sociales y Humanidades panel derecho publicados por los 5 principales editores 1973–2013
Lariviére et al. (2015)

Por último, vinculado a esta capacidad académica de auto-regulación dentro de ciertos márgenes, no queremos dejar de citar los movimientos organizados desde la Academia para intentar limitar los excesos a los que las decisiones de algunos gestores de la política científica nos ha llevado, en concreto en el ámbito de utilizar sistemas de evaluación basados excesivamente en sistemas de cuantificación controlados por empresas privadas que han demostrado que ponen sus intereses comerciales por encima de los criterios científicos. Además, esas decisiones sobre evaluación institucional y personal de los investigadores han potenciado la publicación en revistas, por la disponibilidad de indicadores cuantitativos simples (factores de impacto), externos y basados, presuntamente, en procedimiento de cálculo transparentes.

La utilización prioritaria de los distintos factores de impacto, aunque tiene algunas ventajas, presenta también no pocos inconvenientes, entre el que no es menor el de los sesgos culturales, geográficos y lingüísticos. Otro de esos inconvenientes suele expresarse como la Ley de Campbell (1979) que indica que, de manera genérica, cuando una determinada puntuación o marcador cuantitativo, se convierte en el objetivo del proceso, pierde su valor como indicador y distorsiona el proceso. En la misma línea, la Ley de Goodhart (1975) indica que “cuando una medida se convierte en un objetivo, deja de ser una buena medida”. Pues bien, la búsqueda de factores de impacto o de publicación en revistas que ocupen determinadas posiciones en los cuartiles impacto de las revistas ha llevado a prácticas poco honestas y a interpretaciones muy poco comprensivas.

En este sentido, a nivel global han aparecido diversas iniciativas que pretenden remarcar los límites de esos enfoques cuantitativistas, basados principalmente en indicadores de impacto de las publicaciones. Entre estas iniciativas queremos destacar específicamente dos. El primero de ellos es la San Francisco Declaration on Research Assessment (DORA) (Cagan, 2013). La segunda iniciativa de interés es el Manifiesto de Leiden sobre indicadores de investigación (Hicks et.al., 2015).

Todas estas recomendaciones han ido calando, y han influido en la modificación de diversos sistemas nacionales de evaluación de la investigación. Un ejemplo paradigmático es el del sistema empleado en el Reino Unido, el denominado Research Excellence Framework, que de manera expresa determina que deben excluirse de los procesos evaluativos los indicadores bibliométricos cuantitativos, los datos sobre citas o la categorización (los famosos cuartiles) de revistas (Giménez-Toledo, 2015).

Las revistas en Ciencias Sociales

Dentro de las revistas científicas, las dedicadas a Ciencias Sociales presentan perfiles y hábitos diferenciales respecto a otras disciplinas, encontrándose a mitad de camino entre las prácticas de las revistas de ciencias duras y las de Humanidades.

Una primera característica distintiva de las Ciencias Sociales, y por tanto de las revistas que se ocupan de ellas, es su objeto de estudio. Mientras que las Ciencias Naturales se ocupan de temas universales, es decir, que son de interés común para todos (las estrellas, las enfermedades, las leyes de la física), en las Ciencias Sociales el objeto de estudio tiende a ser particular, específico de una sociedad concreta. Como todas las generalizaciones, esta debe ser matizada: hay ámbitos de las Ciencias Sociales (por ejemplo, la metodología de investigación, sin ir más lejos, o los aspectos comparados) que sí incumben a todos, aunque hay muchos otros que son mucho más específicos, es decir, mucho más vinculados al entorno en el que se producen (y que es distintivo de otros entornos, de otras circunstancias). Aspectos como la historia, las relaciones sociales en una comunidad determinada, la historia particular de un lugar concreto, la aplicación de una ley educativa en un territorio … todas estas temáticas tienen en común que implican a un público objetivo mucho más restringido que el de las Ciencias Naturales, que por su naturaleza implica a todos. Esto no quiere decir, en absoluto, que no exista una vertiente global en varios aspectos de las Ciencias Sociales, pero sí que muchos otros tienen una finalidad estrictamente local, y que por tanto no pueden pretender alcanzar la misma difusión, el mismo impacto. Por ello, las Ciencias Sociales, y con ellas sus principales instrumentos de difusión, las revistas, tienen un reto único de extraordinaria complejidad: cómo ser universalmente visibles mientras se mantienen implicadas localmente, es decir, cómo conseguir un nivel de citas externas (necesarias para estar en puestos que impliquen reconocimiento oficial y social, tanto para la revista como para sus autores) sin sacrificar para ello el compromiso de desarrollo fundamentalmente regional o local (Collazo-Reyes et al. 2017).

Las Ciencias Sociales en general (aunque, obviamente, hay muchas diferencias entre las distintas disciplinas que las integran: Ainsworth & Rusell, 2018) tienen otras muchas diferencias con las Ciencias Naturales:

Curvas de citación
Figura 2
Curvas de citación
de la Peña (2011)

Revistas hispanas de CC SS

La comunicación, el intercambio de ideas y de conocimiento, la apertura de lo que se expone, abriéndolo así a la crítica, son consustanciales con la ciencia y con su éxito. Por eso, comunicar (del latín communicare “hacer común”) es una herramienta social, que comparte con toda una comunidad el avance o las propuestas, como modo de mejorar el conocimiento. De hecho, la comunicación forma parte integral de todo proceso de investigación científica: una investigación no está acabada hasta que no compartimos con los demás ese conocimiento. Las revistas hispanas de Ciencias Sociales (incluyendo a las hispanoamericanas como componente principal, pero incluyendo también a su área de influencia – Latinoamérica- y a España) han mostrado ser un ecosistema científico con una identidad propia y unas características singulares que le dan coherencia e interés particular.

Un primer elemento integrador es el idioma: todos los países Hispanoaméricanos comparten un mismo idioma en el que comunicarse, lo que facilita tanto una comunicación fluida con los lectores como una gigantesca demanda potencial. Esto posibilita la colaboración y el debate. Además, el idioma es solo una parte de esa cultura compartida que incluye también una tradición legislativa y jurídica basada en el Derecho heredado de España, una fuerte influencia de la cultura de origen europeo, que se combina con otras fuentes (indígenas, frecuentemente africanas, etc.). Hay aspectos económicos, sociales y culturales, que nos han mantenido fuera de los países de vanguardia (económica, social, política, etc.) durante mucho tiempo, y que nos plantean cuestiones comunes. Es decir, existe una concepción de comunidad con fuertes elementos compartidos. Muchos de ellos son comunes también con Brasil (los económicos, la cultura de origen, las tradiciones, la religión…), integrada en una comunidad más amplia, que ha asentado el nombre de Iberoamérica, y que ofrece un gigantesco marco social de más de 600 millones de personas.

Centrando nuestra visión en las revistas latinoamericanas de Ciencias Sociales, todas comparten un primer elemento característico: el idioma español, que a pesar de ser la segunda lengua más hablada del mundo (Maceiras 2019) está infrarrepresentada en las principales bases de datos internacionales, a partir de los cuales se elaboran los índices de impacto que determinan la supuesta calidad e impacto mundial de la investigación en nuestro ámbito, con fuertes consecuencias institucionales y personales. Como indica Giménez-Toledo (2015), la perspectiva de las bases de Clarivate y Elsevier, aunque matizada en los últimos años, presenta un fuerte sesgo anglófilo (lo que deja en desventaja a las revistas hispano o lusoparlantes) y no cubren ni evalúan adecuadamente los campos de Humanidades y Ciencias Sociales, lo que supone un doble perjuicio.

Artículos de América Latina y Caribe por grandes áreas en WoS (2003-2014)
Figura 3
Artículos de América Latina y Caribe por grandes áreas en WoS (2003-2014)
elaboración propia a partir de datos de Santin & Caregnato (2019)

Otra característica que agrupa a la investigación en Latinoamérica es la escasez de recursos financieros que la alimenten. Así, América Latina y el Caribe (ALyC) viene invirtiendo los últimos años en I+D alrededor del 0,60% de su PIB (RICYT, 2018), una cantidad minúscula, aunque incluso eso supone ya un mínimo avance respecto a lo que sucedía hace algo más de una década, cuando Velho (2004) encontró un promedio de 0,57 para la región, aunque hay notables diferencias entre unos países y otros, y tanto las inversiones como los productos se concentran (Santin & Caregnato, 2019). Esas tasas muestran su escasez al ponerlas en contexto: el promedio mundial es de 2,15%, y los países de la OCDE invierten de media en I+D un 2,5% de su PIB. Sin embargo, ha de hacerse notar una notable diversidad regional: solo Brasil (1,27), Argentina (0,59) Costa Rica (0,58) y México (0,57) están cerca del 50% del promedio mundial.

Las revistas latinoamericanas tienen unas características propias que las hacen singulares. El primero es su gran atomización y abundancia. La UNESCO (2015) calcula que la región aporta el 3,7% de los investigadores de todo el mundo y un 5% de las publicaciones. Muchas de ellas están repartidas en miles de revistas de interés local o regional, ajenas a los grandes índices globales, lo que la convierte en una ciencia periférica (Guédon, 2011), y por tanto con bajos niveles de visibilidad internacional (Collazo-Reyes, 2014), y aunque lentamente se van produciendo algunos cambios (Satin, 2019), los investigadores siguen mostrando una clara predilección por publicar en revistas regionales o nacionales (Glänzel, Leta & Thijs, 2006; Leta, 2011).

El segundo es que se concentran de una manera desproporcionadamente alta en el ámbito de las Ciencias Sociales, probablemente porque es un ámbito muy arraigado a cada comunidad y porque no encuentra fácilmente medios externos en los que publicarse.

Distribución de revistas digitales latinoamericanas por ámbitos
Figura 4
Distribución de revistas digitales latinoamericanas por ámbitos
Alonso Gamboa (2017), a partir de datos de Latindex

La inmensa mayoría de las revistas corren a cargo de instituciones sin ánimo de lucro (el 68%, según datos de Latindex: Alperín & Fischman, 2015), mientras que apenas un 8 % están en manos de empresas comerciales (porcentaje que se reduce drásticamente si hablamos en concreto de las Ciencias Sociales). Al haber quedado prácticamente al margen del modelo comercial (probablemente, por la debilidad económica de su mercado), se ha convertido en la región del mundo en el que el movimiento de Acceso Abierto se ha desarrollado en mayor medida, algo que es particularmente cierto en el ámbito de las Ciencias Sociales. Miguel et al. (2011) calcularon que el 73,9% de las revistas en Latinoamérica son de Acceso Abierto, frente a un 6,9% en Europa y un minúsculo 4,9% en Norteamérica, fruto tanto del compromiso con el nuevo modelo de publicación como, seamos honestos al reconocerlo, la falta de interés comercial de buena parte de las publicaciones de la región. Este último hecho se traduce en una falta de financiación adecuada de las iniciativas editoriales: en México, Alonso Gamboa y Reyna, (2016) encontraron que el 24% de las revistas en línea creadas en el presente siglo XXI, no han llegado a alcanzar cuatro años de duración.

Las bases de datos producidas por Clarivate y Elsevier (algo menos la holandesa) se centran en lo que se denomina mainstream o “corriente principal” (también traducible por “corriente mayoritaria”) de la ciencia (Cabrera-Flores, Luna-Serrano & Vidauri, 2014), lo que necesariamente deja de lado temáticas o idiomas “minoritarios”. Esto nos sigue planteando la duda de si tiene sentido que, en Ciencias Sociales, en unas disciplinas que necesariamente tienen como objeto de estudios las distintas comunidades y sociedades, por minoritarias que puedan ser, por irrelevantes que puedan parecer a las gentes de otras culturas, establecer necesariamente una “corriente principal” a la que se aboquen todos los esfuerzos de investigación (Aliaga, Gutierrez-Braojos & Fernández–Cano, 2018).

Es cierto que, como indican Collazo-Reyes (2014) o Ainsworth y Rusell, (2018), las revistas latinoamericanas han tenido últimamente un crecimiento enorme respecto a su presencia en JCR, la base de datos de referencia mundial, habiendo pasado de 69 en 2006 a 248 en 2009. Sin embargo, este cambio no se debe ni a mutaciones dramáticas en el sistema de investigación o publicación científica de estos países, sino más bien a decisiones empresariales que tratan de afianzar unos mercados que se habían considerado marginales, y contrarrestar así el crecimiento de otras compañías comerciales de la competencia como Scopus (Aliaga, Gutiérrez-Braojos, & Fernández-Cano, 2018). Por otra parte, el crecimiento en las citas recibidas va por debajo del crecimiento de la producción científica, lo que no es un buen síntoma respecto a la visibilidad o la repercusión de la investigación latinoamericana en la producción (RICYT, 2017; Santin & Caregnato, 2019; UNESCO, 2015).

Los investigadores latinoamericanos de Ciencias Sociales han tenido una larga tradición de compromiso con sus comunidades, con sus sociedades. Ese compromiso se plasma, por ejemplo, en el hecho de que en sus trabajos publicados domina la temática local, sobre sus propias comunidades (¿Qué otra cosa podría ser?: se dedican a las ciencias SOCIALES), de tal modo que incluso aquellas investigaciones que finalmente pueden publicarse en el exterior, en revistas globales de la ‘corriente principal’ (mainstream), en buena proporción se centran en temáticas puramente locales (Ainsworth & Rusell, 2018; Miguel, González, & Chichilla-Rodríguez, 2015).

Los investigadores latinoamericanos, y con ellos las revistas que han nacido para ser su medio natural de expresión y comunicación, tienen por delante una muy difícil misión, de casi imposible equilibrio: deben encontrar alguna manera que permita conjugar el compromiso con su naturaleza local o regional, con su propia sociedad, con alcanzar los niveles más altos posible de impacto global. En efecto, importando modelos (de otro tipo de sociedades, principalmente de las más avanzadas económicamente y anglófilas, pero también de otro tipo de disciplinas, las Ciencias Naturales) de dudoso interés social, los sistemas nacionales de evaluación han establecido una prioridad casi absoluta al uso de indicadores globales, controlados principalmente por dos empresas privadas con ánimo de lucro y ajenas a la producción del conocimiento científico. Se da por tanto la paradoja de que los gobiernos, los legisladores, impulsan un tipo de investigación que pueda tener difusión en revistas de otro interés cultural y social, y de que apenas incentiva aquella investigación más específicamente local que también, ¿cómo no?, puede ser (con los adecuados controles y criterios) de gran calidad y puede ser, desde luego, igual o más productiva socialmente. Además, no termina de justificarse suficientemente el hecho de que los policymakers prioricen el impacto académico sobre el impacto social, cuando ambos no son, en absoluto, incompatibles y, en cualquier caso, la mejora social como objetivo parece que podría y debería anteponerse al prestigio académico internacional. Los datos presentados por Marin, Petralia y Stubrin (2015) indican que, en ocasiones, las investigaciones publicadas en las revistas hechas en Latinoamérica tienen un impacto importante sobre las políticas públicas de algunos países, pero tal tipo de impacto no se ha considerado aún en ninguno de los sistemas de evaluación de la investigación (Alperín & Fischman, 2015). En España, un primer y tímido paso en esa dirección se ha dado con la creación en 2018 de un mérito de reconocimiento académico, un sexenio (hasta ahora reservado a méritos asociados a los rankings del medio en el que se haya publicado) que se concede por méritos de transferencia del conocimiento acumulado a la sociedad a la que servimos.

Por tanto, son precisamente las políticas institucionales de evaluación de la investigación implantadas en la región las que desincentivan la publicación en revistas que no están en la denominada “corriente principal de la ciencia”, es decir, en la corriente que establecen las sociedades del norte anglófilas (Santin & Caregnato, 2019). Es cierto que publicaciones de baja calidad, sin control externo, no tienen consecuencias reales ni para la ciencia ni para las comunidades en las que se propician, pero identificar sin más una ciencia de baja calidad de poca con publicación local o regional es completamente infundado y socialmente negativo (Chavarro, 2016). Se establece por tanto la misión de muy difícil equilibrio de “ser visibles globalmente, pero mantenerse localmente productivos” (Collazo-Reyes et al. 2017).

De hecho, hay que tener en cuenta que, como señalan Alperín y Fischman, (2015), hay una parte importante de la mejor investigación que se realiza en países latinoamericanos que, debido a la política de incentivos institucionales, se publica en revistas internacionales del mainstream, generalmente en inglés y, dadas las características mayoritarias de las revistas incluidas en JCR o Scopus, que muy probablemente no sean de Acceso Abierto. Por tanto, cuanto mayor sea el Factor de Impacto que se pretende conseguir, probablemente sea más difícil que se pueda acceder a esos resultados de investigación (en términos de costos económicos, aparte de las barreras lingüísticas), ya que muchas bibliotecas o universidades no pueden permitirse esos desembolsos. Así, una parte sustancial de la mejor investigación latinoamericana de Ciencia Sociales (y de otros ámbitos, pero es éste el que nos ocupa ahora), frecuentemente sufragada con fondos públicos, resulta inaccesible a una gran parte de la comunidad local de investigadores, a menos que se produzca un desembolso económico mayor, no productivo, para permitir el acceso a dicha información.

No nos resistimos a transcribir la interpretación que desde uno de los principales agentes que más han contribuido a mejorar la edición y difusión de las revistas latinoamericanas (Redalyc, 2018), se ha hecho del proceso de importación de criterios evaluativos, particularmente a las ciencias Sociales:

Enfrentamos un momento difícil, complejo, que nos permite afirmar, casi sin duda: en un entorno -universidad, país, disciplina, región- con el presente modelo de evaluación, el acceso abierto no tiene futuro o será un elemento del que se beneficien los usuarios -no es poca cosa- pero a costa del pago y de ceder el control del proceso de comunicación -tampoco poca cosa-, entorno que ampliará la brecha digital y terminará quebrando los objetivos del acceso abierto y aumentando la dependencia cognitiva.

Se trata de una visión dolida y parcial (de parte), pero ejemplifica claramente el sentimiento de buena parte de la comunidad académica latinoamericana (y no solo esa), que siente que el enorme impulso que podrían haber significado los sistemas de evaluación se han dedicado a objetivos poco relevantes socialmente y muy costosos económicamente, y que queda condenada a ser una ciencia periférica.

Este tipo de planteamientos condena a las revistas, a la investigación latinoamericana de Ciencias Sociales, a mantenerse en una segunda división de manera permanente. Importar los modelos ajenos en lugar de propiciar la mejora del sistema de comunicación científica y de la investigación misma (y muchas cosas se han hecho en este sentido en las últimas décadas), nos deja, según la analogía a la que recurren Alperín y Fischman, (2015), la de la paradoja de Zenón sobre Aquiles y la tortuga, en imposibilidad de alcanzar a los de delante. Partimos de una situación real, en la que quien va delante sería un Aquiles, mucho más poderoso gracias a los recursos de que dispone, y quien va (vamos) detrás, por ese mismo hecho, somos las tortugas, que avanzamos necesariamente más despacio. La solución pasa por pensar a dónde queremos llegar, si el camino de Aquiles es el que queremos seguir, aunque sea de lejos, o nos establecemos nuevas metas, más adecuadas a nuestros objetivos y capacidades.

En cualquier caso, en el corto y medio plazo, la estrategia implica aumentar la visibilidad global de la investigación latinoamericana. Como táctica para intentar conseguirlo, ciertas revistas latinoamericanas (principalmente de universidades) tomaron la decisión de acudir a los servicios de hosting de las grandes editoriales internacionales, como Elsevier (Ainsworth & Rusell, 2018), con la esperanza de que les dieran una mayor visibilidad. Las cantidades económicas de esas gestiones son desconocidas, pero sin duda son enormes (a pesar de haber sido solicitadas en base a las leyes de transparencia administrativa, el contenido de los acuerdos de la UNAM con la multinacional holandesa ha sido declarado secreto: Priego et al. 2017), en un contexto de escasa financiación para la investigación, lo que supone un drenaje de recursos (en general, públicos) de dudosa justificación. De hecho, esta vía, si bien no cegada, sí ha sufrido serios retrocesos (Ainsworth & Rusell, 2018), debido precisamente a las leoninas condiciones.

Otras tácticas más eficientes para buscar una mayor visibilidad y difusión de las revistas latinoamericanas a nivel global consisten en publicar, simultáneamente, tanto en el idioma vernáculo (para llegar a la comunidad local) como también en inglés (para alcanzar al resto de la comunidad internacional que no use aquel idioma). No es un procedimiento carente de problemas (ya que implican un mayor coste para autores y/o editores) pero conjuga todos los fines demandados de una manera más asumible, por distribuida. Se trata de un procedimiento que ha sido recomendado por parte de los creadores de SciELO (Meneghini & Packer 2007).

No obstante, para entender mejor la situación en la que ahora nos encontramos hay que entender que, en las dos o tres últimas décadas del siglo pasado hubo una toma de conciencia de que la investigación latinoamericana entraba, en su mayor parte, dentro de la categoría de literatura gris, debido a su escasa difusión y visibilidad (Cetto, Alonso-Gamboa, Packer & Aguado-López, 2015). Constatado el hecho de que muy difícilmente la región en su conjunto iba a dar un vuelco a la situación de escasa, escasísima, presencia en las principales bases de datos internacionales, en la región se empezaron a promover diversas iniciativas que, al menos, paliaran estas circunstancias, y que favorecieran la circulación de la información, aprovechando las oportunidades que ofrecía un idioma común y la tecnología. Estas iniciativas, además de cumplimentar en buena medida su objetivo, han conseguido otro más que no estaba en los planes iniciales, pero que ha resultado de gran interés: fortalecer el ámbito iberoamericano como una eficaz comunidad de intereses y de difusión del conocimiento científico, independiente del mainstream, pero no por ello aislada o desdeñable. Se mostró que la unión ayuda a hacer la fuerza.

Dentro de estas iniciativas citaremos algunas (para una ampliación, ver Alperín & Fischman, 2015 o Vuotto, Di Césare & Pallotta, 2020) que nos parecen más significativas, y que permiten ilustrar al menos el desarrollo seguido, y que de manera general han supuesto un impulso a la tradición de Acceso Abierto de la región:

Estas tres bases de información últimas, Latindex, SciELO y Redalyc, han supuesto un fuerte impulso al movimiento en pro del Acceso Abierto, así como un acicate al cumplimiento de los criterios de calidad que cada una de ellas ha desarrollado. A pesar de ser iniciativas inconexas, el modelo de revista perfilado en esos distintos criterios de calidad ha resultado bastante homogéneo como puede verse en la Tabla 2.

Tabla 2
Criterios de calidad en las Bases de Información Regionales
Criterios CalidadLatindex*RedALyCSciELO
ISSNXXX
OriginalidadXXX
Peer ReviewXXX
PeriodicidadXXX
Antigüedad min.XX
Instrucciones AutoresXXX
Estructura arts.XXX
Nº mínimo arts.XX
Inform. InstitucionalXXX
Estructura EditorialXXX
Origen externo arts.XXX
DistribuciónXXX
IndexaciónXXX
Factor ImpactoX
PrestigioX
Construcción propia a partir de Amorim, Degani-Carneiro, Ávila y Marafon (2015)* Latindex ha cambiado sus criterios de calidad, añadiendo algunos nuevos, en 2018-2019

Por su parte, al menos nueve países de la región han desarrollado sus propios programas de evaluación (y, frecuentemente, clasificación) de las revistas de investigación, que de Oliveira et al. (2015) han agrupado en tres familias de sistemas (Tabla 3):

Grupo 1: Países con Sistema de Evaluación Propio, que genera la estratificación de las revistas científicas (Brasil –Qualis- y Colombia –Publindex-).

Grupo 2: Países con Sistema de Evaluación Propio, que genera índices de revistas científicas (sin estratificación): en este grupo se incluyen Argentina, Costa Rica, Cuba y México.

Grupo 3: Países sin Sistema de Evaluación Autónomo, que adoptan políticas de estímulo a la publicación científica, con criterios de evaluación de las bases regionales, como Chile o Perú, que utilizan los criterios de calidad de SciELO.

Como vemos, a pesar de la integración en elementos comunes de gestión y difusión, la variedad en los sistemas de valoración de publicaciones resulta muy grande, muestra de la búsqueda de mejores sistemas que se adapten más.

En definitiva, las revistas latinoamericanas de Ciencias Sociales son un objeto de estudio dinámico y peculiar, que conjugan un perfil propio (con liderazgo mundial en el modelo de Acceso Abierto), con gran dependencia institucional, sumamente atomizado y con escasez de recursos.

Tabla 3
Sistemas de Evaluación de Revistas Científicas, Coordinados por Órganos Gubernamentales de los Países de AL&C
GrupoPaísSistema de evaluación de revistas
Nombre del sistema de evaluaciónAño decreaciónÓrgano responsable (sigla)Órgano responsable (nombre completo)
Grupo 1BrasilQualis1998CAPESCoordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nivel Superior
ColombiaÍndice Bibliográfico Nacional - PUBLINDEX2002COLCIENCIASDepartamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación
Grupo 2ArgentinaNúcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas2001CAICYTCentro Argentino de Información Científica y Tecnológica
Costa RicaUCRIndex2003UCRUniversidad de Costa Rica/ Vicerrectoría de Investigación
CubaRegistro Nacional de Publicaciones Seriadas2003CITMAMinisterio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente
MéxicoÍndice de Revistas Mexicanas de Investigación1993CONACYTConsejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Grupo 3ChilePrograma Revistas Científicas Chilenass.d.CONICYTPrograma de Informaciones Científicas
PerúPortal de Revistas Peruanas Científicas y Técnicas2010CONCYTECConsejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica
VenezuelaRevencyt (Índice de Revistas Venezolanas de Ciencia y Tecnología)2002ULAUniversidad de los Andes
Amorin et al. (2015)

Referencias

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Notas de autor

* Aliaga, Francisco M. (francisco.aliaga@uv.es) 0000-0003-4836-2396 Catedrático en el Departamento de Métodos de Investigación y Diagnósticos en Educación de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Universidad de Valencia (España). Ha sido director y editor de RELIEVE desde 2002 hasta Febrero de 2020. Dirección postal: Avenida Blasco Ibáñez, 30. 46010-Valencia (España)

francisco.aliaga@uv.es

Información adicional

Cómo referenciar este artículo: Aliaga, F. M. (2020). Evolución de la edición científica en revistas de Ciencias Sociales y determinación de Latinoamérica como ecosistema característico. RELIEVE, 26(2), art. M1. http://doi.org/10.7203/relieve.26.2.19206

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